Una de las mayores satisfacciones que puede tener el amante
de la fotografía es aquella que experimenta cuando tras pulsar el disparador de
la cámara y tomar la foto visiona la misma en la pantalla y siente que
"esa es la foto".
Esta sensación a veces no pasa de ser un espejismo que cede
ante la realidad de una foto no tan redonda al ver las fotos tranquilamente en
un monitor.
La foto que os presento hoy es parte de una serie que realicé
hace algún tiempo y que va a tener su continuación en breve. En aquella sesión
tuve la sensación que describí antes en varias ocasiones y esta fue una de
ellas.
Una de las labores de "campo" del fotógrafo es la
de preparar la toma para el día "X".
Ese día no se sabe nunca a ciencia cierta cuando va a llegar, un buen
cielo, disponibilidad, inspiración etc... son elementos que intervienen y que
en parte no depende de nosotros. Por eso se deben tener controlados los
elementos que si que podemos controlar, esto es la localización, el encuadre,
tener clara cuales con las mejores horas del día y como no, saber qué equipo
necesitamos.
Durante dos semanas estuve buscando una localización elevada
que me permitiera fotografiar la Gran Vía de Madrid. Entre ellas localicé la
que dio lugar a la toma que os comento.
Una de las dificultades de la misma radicaba en que de por
medio hay un cristal que dependiendo de las nubes existentes produce una serie
de reflejos que en diversas pruebas no conseguí eliminar con polarizador o ND
alguno. Además el mismo reflejaba la luz interior del establecimiento.
Tras varias comprobaciones y acercarme al sitio varias veces
(incluso sin cámara llegue a la conclusión de que si quería tomar una foto del
atardecer era necesario que el día de la misma hubiera nubes en la zona sur y
sur este.
Aquí comienza la labor de HOMBRE DEL TIEMPO, y es aquella en
la que el salir por la mañana con la cámara para tomar la foto a la salida del
trabajo o no depende de lo que los numerosos programas de predicción del tiempo
indicaran en la pantalla del móvil.
Ese día llegó con la particularidad de que se anunciaba algo
de viento este-oeste (perfecto ya que el encuadre es básicamente ese) y riesgo
de lluvia a última hora del día.
Al amanecer y salir de casa en el cielo ni una nube, algo
que no parecía presagiar nada bueno. Pero el optimismo del fotógrafo hizo
aparición y finalmente cogí el equipo. A
medio día el panorama no era el mejor, pero la esperanza es lo único que no se
debe perder.
Finalmente la tarde fue encapotándose, hubo un momento en el
que pensé que demasiado ya que parecía que el cielo iba a perder todo relieve y
volumen. Justo cuando empecé a disparar (a pulso ya que no esta permitido el
uso de trípodes) una ligera brisa empezó a mover las nubes y estas empezaron a
tomar fuerza.
Gracias al trabajo de las semanas anteriores el encuadre
estaba totalmente trabajado, salvando cables, repisas fachadas y demás
elementos que "ensuciaban la vista". El objetivo un 16mm en una FF.
El resultado el que veis. Una sola toma con un procesado no
tan agresivo como mucha gente pudiera pensar, por fortuna la luz se tornó por
instantes como en esos en los que nos
invade la calima y el tono amarillento estaba ya presente, solo tuve que
resaltarlo, para que la foto que tenia en mente cobrara vida. Una ciudad que
empequeñece que parece absorber la luz y cuyos habitantes se mueven entre tonos
apagados.
Una ve mas la experiencia me demostró que el trabajo de
campo y la preparación es imprescindible.
Espero que os guste la toma.
Un saludo
Gran foto me gusta mucho,saludos
ResponderEliminarUna gran fotografía, realmente genial. Enhorabuena y un saludo.
ResponderEliminarEs una gran fotografía, pero ahora que se conoce el trasfondo de la misma hay que valorarla incluso más. Un gran trabajo. Saludos
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